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LITERATURA, DESTINO Y TRAGEDIA

por Eva Castañeda

DESDE SUS INICIOS, LA LITERATURA HA ECHADO MANO DE LA IDEA DE DESTINO PARA ESCRIBIR ALGUNAS DE LAS HISTORIAS MÁS IMPORTANTES Y SIGNIFICATIVAS.

Vida, destino y muerte será la triada que ordene los grandes temas de la literatura universal. En el caso específico del destino, encontramos múltiples ejemplos: Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del Duque de Rivas, quien en esta obra de teatro da cuenta de la odisea por la que transita Álvaro, el personaje principal. Su vida se verá signada por sucesos funestos que evidenciarán la forma en la que el destino actúa contra algunos hombres. Otra obra magna de finales del siglo XIX es Crimen y castigo (1866-1867) de Fiódor Dostoyevski. El personaje principal de la historia es Rodión Ramanovich Raskolnikov, quien cree que está destinado a cumplir grandes hazañas y para cumplir con su sino se plantará frente a la disyuntiva de asesinar a otra persona. La novela resuelve de manera magistral el conflicto entre el destino, la moral y la muerte. 

A mediados del siglo XX encontramos la novela Destino desconocido (1955) de Agatha Christie, en ella se narra la desaparición de un importante científico británico, Thomas Betterton. Dicha desaparición se suma a una cadena de acontecimientos funestos en los que el destino de algunos hombres parece jugarles en contra. 

Estos ejemplos sirven para hacer de manera muy general, un recorrido por distintos momentos en la historia de la literatura. No obstante, vale la pena remitirnos a los orígenes del destino como motivo literario y a una de las obras clásicas más representativas de éste.

En la mitología griega las tres Moiras representaban el destino y controlaban la vida de los seres humanos desde su nacimiento hasta incluso, después de su muerte. En ese contexto se explica por qué los héroes y heroínas de la tragedia griega nacían con un destino asignado que de ninguna manera podía ser modificado. De hecho, el sufrimiento y la desgracia caía sobre ellos en la medida que se revelaran al mandato de las tres divinidades. 

Uno de los ejemplos más citados sobre el tema es Antígona, escrita por Sófocles; la trama gira en torno a una mujer que desacata la ley de la polis para darle sepultura a su hermano Polinices, considerado un traidor a la patria. En algún punto de la obra el coro pronuncia una sentencia que nos ayudará a entender el devenir de la protagonista: “Dichosos aquellos cuya vida se ha deslizado sin haber probado los frutos de la desgracia. Porque cuando un hogar sufre los embates de los dioses, el infortunio se ceba en él sin tregua sobre toda su descendencia”. El funesto destino de toda una familia ha sido decidido por la divinidad, y frente a eso, nada se puede hacer. En Antígona el hecho trágico no se evidencia a través de sucesos funestos como el homicidio o el incesto, sino en algo más profundo: la familia está signada por la desgracia y ella desobedecerá todas las leyes para cumplir con un mandato aún más alto: el amor a su hermano. 

En este sentido, Antígona permite una doble interpretación, por una parte, es víctima de un sistema político arbitrario e injusto, y por otra, es una heroína que contraviene abiertamente los mandatos de Creonte, rey de Tebas, a pesar de saber que al hacerlo una ola de infortunios caerán sobre ella. Son múltiples los diálogos en los que la protagonista afirma de manera contundente su deseo por darle sepultura al cuerpo de su hermano. Por ejemplo, cuando Ismene, hermana de Antígona, la conmina a obedecer la prohibición de Creonte y dejar a Polinices insepulto al amparo de las aves carroñeras, Antígona responde: “Si continúas hablando así, serás el blanco de mi odio y te harás odiosa al muerto a cuyo lado dormirás un día”. No estamos frente a un personaje disminuido, sujeto a la voluntad de los otros, en ella encontramos una clara determinación respecto a su praxis, ella sigue sus convicciones y las ejecuta sin importar las consecuencias. 

Leída desde el presente, Antígona puede representar un personaje cuya determinación nos habla de una conciencia frente a su destino y una voluntad férrea por modificarlo. Es verdad que en la actualidad casi todas las personas construimos nuestras vidas a partir de una noción de libertad, hoy no existe la creencia de que tres divinidades determinan nuestra existencia. Entendemos al destino como una concatenación de hechos felices y trágicos que se entrelazan hasta generar un tejido intrincado. En este contexto, la literatura ofrece múltiples ejemplos de cómo rebelarse ante un destino predeterminado, y quizá el valor de esa rebelión reside más en el proceso que en el desenlace, es decir, en la conciencia de elegir un camino por encima de otro. 

Charles Jalabert, La Plaga de Tebas: Edipo y Antígona, 1842. Musée des Beaux Arts de Marseille.

Leída desde el presente, Antígona puede representar un personaje cuya determinación nos habla de una conciencia frente a su destino y una voluntad férrea por modificarlo.

harles François Jalabert (1819-1901) fue un pintor francés de estilo académico que además de explorar el retrato, representó escenas de tragedias griegas.

Eva Castañeda es escritora, investigadora y estudiosa de la poesía mexicana contemporánea. Profesora de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, fundadora del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Se ha especializado en el estudio de la poesía coloquial mexicana y latinoamericana contemporáneas. Es autora de los libros Nada se pierde (Verso destierro, 2012), La imaginación herida (Trajín, 2018), Decir otro lugar (Elefanta, 2020) y Ensayos para una historia de economía doméstica (Elefanta, 2023). Ha sido incluida en diversas antologías y algunos de sus poemas han sido traducidos al alemán, chino e inglés.

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