El maridaje de la literatura y la educación parece lógico si se piensa que la primera es una fuente de aprendizaje ilimitado, además de una herramienta para investigar y desenvolverse en la cultura escrita y en la propia sociedad, objetivos de la formación escolar. No resulta lógico, sin embargo, cuando tenemos la experiencia de haber llegado a los libros por distintas vías, pero excepcionalmente, sucede por medio de la escuela. En la realidad mexicana esta dupla es menos natural de lo que parece y el proceso de formación de un lector se convierte en una empresa difícil.

El hábito de leer, como la educación en general, idealmente empezaría en la casa, en la familia. A este respecto, decía Daniel Pennac, se trata de una práctica difuminada con el tiempo (en caso de haber existido, en algunos hogares nunca sucedió) ya que son menos los padres dispuestos a compartir lecturas, o leer a sus hijos por diversos motivos: exceso de trabajo, estrés, falta de preparación y conocimientos para elegir libros o incluso falta de interés por la lectura. No obstante, pueden estar interesados en que sus hijos sí sean lectores, sin saber cómo apoyarlos más allá de comprar libros. En ese caso, la estafeta pasa a los profesores y ahí surgen otros inconvenientes.

Las estrategias de fomento a la lectura que se utilizan en el sistema educativo (en escuelas públicas o privadas) no funcionan adecuadamente. Un ejemplo: en 2001, Aura, novela emblemática en la carrera de Carlos Fuentes, provocó el despido de una profesora “por recomendarla como lectura sin estar en el plan de estudios”, del colegio de monjas donde estudiaba la hija del entonces Secretario del Trabajo, quien consideraba inapropiado el contenido de dicho libro. Aparte del despido, esta lectura fue retirada del curso. Esto demuestra que mantener un programa inamovible de lecturas dentro del plan escolar es un impedimento para progresar en el acercamiento a la literatura. Por un lado, hace falta confiar en el criterio de los profesores en la selección de lecturas apropiadas para sus alumnos, con elementos pedagógicos en conocimientos históricos y sociales. Por el otro, la necesidad de flexibilizar la introducción de un libro ajeno al plan de estudios en caso de estar justificado. No puede perderse de vista que, volviendo al ejemplo, Aura fue censurada por el peso de la queja del Secretario del Trabajo, pero transcurrieron nueve años antes de que volviera a incluirse en el programa de lecturas para bachillerato, cuando Alonso Lujambio, Secretario de Educación, decidió incluirla en la colección 18 para los 18, distribuida para consulta en las aulas y de venta al público en general.

Es la escuela, después del hogar, el espacio idóneo para formar lectores, pero las nuevas tecnologías representan otro espacio, con lo que se identifican dos tipos de lector: literario o tradicional, proclive a consultar e investigar en bibliotecas y en muchos casos se sirve de nuevos formatos como el ebook, y el lector nuevo, que consume únicamente contenidos en la red. La experiencia y el aprendizaje son completamente distintos, pero de acuerdo con la elección de contenidos, puede ser favorable. Por ello, es fundamental capacitar maestros para apoyar en la supervisión o selección de materiales, tanto en red como en libros físicos. Lo ideal, sin embargo, es sumar a esta ecuación mediadores de lectura, más allá de sólo proporcionar bibliotecas de aula. No debe confundirse al mediador con un profesor ya que la formación es diferente y se enfoca en un solo tema. Sin esta figura, la biblioteca de aula no cumple con su objetivo.

Actualmente existen algunas iniciativas al respecto, un ejemplo reciente es el lanzamiento de un proyecto social, Libro abierto, que surgió con la intención de mejorar, por medio de la lectura, la calidad de vida de niños que estudian en escuelas de bajos recursos. Hace dos años comenzó este proyecto, auspiciado por la cadena de librerías más importante del país, Gandhi, en conjunto con ibby México, asociación comprometida con el fomento a la lectura. Libro abierto, contempla, por el lado de Gandhi, la donación de bibliotecas a estas escuelas lo mismo que a casas hogar. Además, se encarga de obtener recursos económicos para apoyar a ibby en la capacitación del personal docente y mediadores de lectura con el objetivo de guiar y motivar a los futuros usuarios de dichas bibliotecas.

Esto es apenas un acercamiento a la meta del lugar ideal para formar lectores, y en la medida en que los profesores se conecten con su proceso de mediadores, podrán impulsar a los alumnos en el necesario camino a la lectura, una herramienta, un goce, y una forma de potenciar las habilidades de toda persona.

Paola Tinoco es escritora, editora y promotora literaria. Es compiladora de tres antologías y autora de Oficios ejemplares.