Todas las imágenes: Jun Cen, De la serie The Economy of Desire (La economía del deseo), 2015. Cortesía del artista.
por Alain Alvarez
EN LOS TIEMPOS DE HOMERO Y HASTA LOS DE DANTE EL ACTO CREATIVO ESTABA BASADO MÁS EN LA CAPACIDAD DE ENTENDER Y RESIGNIFICAR LAS HISTORIAS Y EXPERIENCIAS QUE SON COMUNES A TODOS LOS SERES HUMANOS.
Si observamos el catálogo de obras antiguas, especialmente las griegas y latinas, no es raro encontrar un gran número de autores a cuyo lado se coloca un asterisco o una pequeña leyenda que reza pseudo. Ya sea de una forma u otra, lo que se quiere dar a entender es que estas obras tienen el estatus de apócrifas. Así pues, junto a las obras aristotélicas, encontramos las obras de un pseudo Aristóteles; existen también tratados de gran importancia como Acerca de lo sublime de pseudo Longino o Teología mística de pseudo Dionisio Aeropagita –referente importante de los últimos siglos de la era medieval–, así como algunas obras atribuidas a Homero, Virgilio y Séneca que no sabemos si fueron escritas por ellos.
En algunos casos, dichas atribuciones responden a la afinidad temática de las obras y, en otros, al estilo de escritura, pues el ejercicio retórico más común de la Antigüedad era la imitación del ars scribendi (arte de escribir); incluso la frase sapit ciceronem (sabe a Cicerón) se utilizaba para alabar la calidad de un texto que alcanzaba la gracia y elegancia de los textos ciceronianos. En fin, lo interesante es que nadie puede comprobar la autenticidad de estas obras, de ahí que el término apócrifo (del gr. ἀπόκρυφος: escondido o velado) sea bastante adecuado para describirlas.
Más allá de esto, es importante señalar que esta obsesión por discriminar lo verdadero de lo falso aparece muy tarde en la historia literaria de Occidente. Las transformaciones políticas, económicas y sociales posteriores a la Revolución Industrial modificaron también los conceptos de originalidad y creatividad. De ahí que ambas sean ideas completamente disímiles si se observan desde los ojos de los antiguos.
Para no hacer más niebla, ser original en la Antigüedad no significa inventar algo nuevo, ni crear lo nunca antes visto; de ahí también que la noción de creatividad tome un panorama igualmente complejo. Homero escribe la Ilíada, pero no inventa la Ilíada, Esquilo, Sófocles y Eurípides escriben tragedias, pero no inventan los mitos que narran, Virgilio escribe la Eneida, pero no inventa el trayecto de Eneas y su tripulación desde Troya hasta Roma. La creatividad y la originalidad de un autor antiguo no dependen de la capacidad de invención, sino de la sensibilidad frente a la tradición literaria para aprehenderla, imitarla y transformarla. Los temas y las historias eran bien conocidos por todos incluso antes de que los autores escribieran sus obras.
La repetición de estos temas no representa un signo de carencia pues era una práctica promovida por la dinámica cultural de la época y la calidad de la obra no estaba en la capacidad de invención, sino en la depuración y sofisticación de los artefactos literarios para ofrecer una poderosa síntesis de las emociones humanas. Así pues, durante una gran parte de la historia en Occidente, la regla general de la literatura no era la invención sino la imitación y la calidad de los resultados nunca estuvo en duda:
En el segundo canto del Purgatorio, Dante se encuentra con el alma de Casella, músico italiano del siglo XIII, al cual Dante intenta abrazar pero no lo logra y escribe:
Ohi ombre vane, fuor che ne l’aspetto!
tre volte dietro a lei le mani avvinsi,
e tante mi tornai con esse al petto...
El pasaje es una evidente alusión a dos pasajes de la Eneida de Virgilio en los que Eneas busca en vano abrazar a su esposa Creusa y a su padre Anquises:
Ter conatus ibi collo dare bracchia circum
Ter frustra comprensa manus effugit imago,
par levibus ventis volucrique simillima somno.
Esta imitación era un signo de calidad, un gesto de reconocimiento y recuperación. Además, este guiño trae a la mente del lector uno de los poemas más importantes de la poesía latina y, a partir de estas referencias, Dante logra cobijar su texto bajo trece siglos de tradición literaria. De esa forma logra colocarse en la tradición al recuperarla y transformarla. Efectivamente, en estos versos no hay originalidad en el sentido moderno del término; sin embargo, son exquisitamente creativos pues recuperan sutilmente los pasajes mejor logrados de la poesía anterior.
Hoy, creatividad y originalidad son instrumentos en la búsqueda de lo particular, lo único y lo irrepetible: una historia original, una persona original, una obra original. Sin embargo, para los escritores de la Antigüedad, el proceso de creación siempre se rodeaba de una compleja red de referencias a la tradición literaria y al canon. Por ello, la creatividad en estos términos, lejos de ser un logro personal, era un esfuerzo colectivo y la literatura era parte efectiva de la cultura general.
La creatividad y la originalidad de un autor antiguo no dependen de la capacidad de invención, sino de la sensibilidad frente a la tradición literaria para aprehenderla, imitarla y transformarla.
Alain Alvarez es politólogo y filólogo por la UNAM. Estudia la Maestría en Culturas Literarias Europeas en las Universidades de Estrasburgo, Bolonia y Tesalónica.