por Capitel
imágenes de Ben Young
TRAS 20 AÑOS DE NEGOCIACIONES Y UNA JORNADA INTENSA DE DISCUSIONES, EL PASADO 4 DE MARZO SE FIRMÓ UN ACUERDO INTERNACIONAL HISTÓRICO EN LA ONU QUE BUSCA PROTEGER A LOS OCÉANOS DEL MUNDO.
La firma de este tratado global de los océanos es una victoria enorme y un logro de la cooperación internacional y multilateral cuya idea surgió a principios del siglo XXI y finalmente logró concretarse. Este acuerdo sienta las bases para crear áreas marinas en altamar que estén alta o totalmente protegidas.
Altamar se refiere a aquellos territorios más allá de las aguas interiores nacionales, que no están bajo jurisdicción de algún país y por lo tanto de ninguna reglamentación. Esta situación deja a estas zonas vulnerables ante el desarrollo de actividades dañinas como la industria pesquera, petrolera o minería en aguas profundas.
En este sentido, a nivel práctico, el tratado establece el terreno político y jurídico para proteger a los océanos a partir de requisitos para evaluar y gestionar las actividades humanas en estas zonas, por ejemplo, fortalecer la gestión y la transparencia en áreas de pesca, el transporte marítimo y otras actividades que han contribuido al deterioro general de los océanos y las especies que habitan en él.
Así, el Tratado de Altamar se presenta como un instrumento clave para cumplir el objetivo 30×30 acordado por los países en la COP15 de Montreal tras recomendaciones de la comunidad científica en diciembre de 2022, que implica la protección total de 30% de los océanos del mundo para 2030.
El Tratado de Altamar implica trabajar para resistirse al cambio climático, además de salvaguardar las vidas y los medios de subsistencia de un sector importante de la humanidad. El acuerdo resulta ser de suma importancia porque, si bien se ha trabajado para cuidar las zonas costeras y las especies que ahí habitan, hasta este momento no se había puesto atención en la conservación de los mares abiertos, que representan más de 60% de los océanos y casi la mitad del planeta.
Imágenes: Ben Young, The Observer (El observador), 2015. Cortesía del artista.
Ben Young es un artista autodidacta que vive en Nueva Zelanda. Es aficionado al surf, constructor de barcos de profesión y desde hace 15 años se dedica a crear esculturas de vidrio inspiradas en su experiencia de vivir frente al océano. Cada una de las obras escultóricas de Young está dibujada, cortada y hecha a mano con vidrio flotado transparente para con ello explorar el uso de materiales industriales para complementar las formas de vidrio orgánico. www.brokenliquid.com | Instagram @benyoung_sculpture