Vivian Maier, New York, NY, fecha desconocida. ©Estate of Vivian Maier. Cortesía de Maloof Collection y Howard Greenberg Gallery, Nueva York.
por Mónica Sánchez Escuer
VIVIAN MAIER SE RELACIONABA CON EL MUNDO MEDIANTE LA LENTE. LA FOTOGRAFÍA ERA LA VENTANA POR LA QUE SE ASOMABA AL EXTERIOR. CONGELAR ESCENAS COTIDIANAS, CAPTAR LA SINGULARIDAD DE LAS VIVENCIAS AJENAS ERA SU FORMA DE EXPERIMENTAR LA REALIDAD.
Vivian Maier, September 18, 1962 (18 de septiembre de 1962). ©Estate of Vivian Maier. Cortesía de Maloof Collection y Howard Greenberg Gallery, Nueva York.
Maier no busca […] lo extraordinario, se interesa en las historias sutiles, cotidianas.
Vivian Maier. Sin título, fecha desconocida. ©Estate of Vivian Maier. Cortesía de Maloof Collection y Howard Greenberg Gallery, Nueva York.
Vivian Maier. Sin título, fecha desconocida. ©Estate of Vivian Maier. Cortesía de Maloof Collection y Howard Greenberg Gallery, Nueva York.
Al retratar la experiencia de los otros, Vivian Maier registraba la propia: su habilidad acumulada, sus viajes, su interés por la curiosidad y la transparencia de los niños, los recuerdos de los ancianos marcados en los rostros o las preguntas que las mujeres ocultan bajo el maquillaje o la ropa y descubren en un atisbo de la mirada.
Tímida, adusta, solitaria, Maier nació en Nueva York (1926) pero hablaba con acento francés. Trabajaba como niñera, pero siempre llevaba una cámara al cuello. Le gustaba esconderse bajo una gran gabardina, diferentes nombres y la ambigüedad que dejaba entrever sobre su historia y sus orígenes. Hija de padre austriaco y madre francesa, lo poco que se sabe de ella se puede advertir en las fotografías y en los numerosos archivos, periódicos y objetos que dejó en las bodegas que rentaba. Con más de 100 mil negativos y una obra de gran calidad, puede afirmarse que Vivian Maier no era una niñera aficionada a la fotografía, era una fotógrafa que encontró en ese empleo la libertad de un cuarto propio, los recursos y la facilidad para desplazarse bajo un disfraz conveniente que le permitía tomar fotos sin que nadie temiera ser la portada de un tabloide. Su invisibilidad no era producto de su condición laboral sino una cualidad cultivada para el oficio.
Sus fotografías muestran la experiencia acumulada del fotógrafo de calle: los rasgos del ojo afilado que desafía los protocolos sociales y decide ver de frente, observar de cerca y retratar desde la distancia del anonimato, como un testigo que no juzga y desaparece. A diferencia de Diane Arbus, Maier no busca la tragedia, lo extraordinario, se interesa en las historias sutiles, cotidianas. Su mirada es dinámica y narrativa; caza el gesto, la postura, el personaje o el acto que devela algo más que el instante: la continuidad y contigüidad, el antes y el después en la línea imaginaria del tiempo. Pero también, y ésa es una de sus mayores virtudes, logra vislumbrar los recorridos interiores en ese momento donde todo parece detenerse y lo único que avanza es el pensamiento. No toma sólo a una mujer joven, elegante, maquillada y bien vestida que espera cruzar la Quinta Avenida en Nueva York, captura el estado anímico reflejado en el rostro de perfil, ligeramente inclinado y bello en el que se descubre, bajo las cejas perfectamente delineadas, una historia enigmática y triste que proyectan los ojos perdidos en un punto indefinido. El borde desenfocado en la parte inferior de la foto le da un toque contemporáneo y sugiere que fue tomada desde el interior de un autobús, lo que acentúa el carácter dinámico y efímero de la escena. Maier construye la narrativa visual a partir de contrastes y paradojas que recrea con aspectos formales (el manejo de la luz, la escala tonal, el foco), compositivos (encuadre, planos, perspectiva) y conceptuales (las connotaciones derivadas de personajes, objetos, situaciones). En una de sus fotografías más famosas, el contraste entre el negro del auto al fondo y de la calle oscurecida por la noche, frente al blanco del cabello y del abrigo de una Marilyn Monroe ligeramente fuera de foco, hace que la actriz se vea resplandeciente, solitaria y vulnerable. En la toma que hace Maier a la altura de las piernas y botines de una niña vestida de blanco, junto a las piernas y tacones de su madre vestida de negro se advierte uno de los temas constantes de Vivian: la tensión entre el mundo de los niños y el de los adultos. El contraste cromático, la diferencia de proporción y la perspectiva enmarcan el gesto que cuenta la historia: la mano de la pequeña prendida al vestido de la mujer.
Los autorretratos son, por sí solos, un cuerpo consistente y original de su trabajo. Precursora de las selfies, Vivian juega con espejos, ventanas, objetos metálicos donde captura su rostro, o diferentes superficies y objetos sobre los que se extiende su sombra. En ellos se observa a sí misma, experimenta y, sin saberlo, nos presenta los rasgos de la mujer y extraordinaria fotógrafa en que se convirtió. Gracias al hallazgo de John Maloof al adquirir una caja llena de negativos suyos en 2007, hoy conocemos la obra de Vivian Maier y su calidad artística. ¿Ella habría preferido el anonimato? Tal vez, pero me parece que la habría hecho feliz ver sus fotografías recorrer el mundo.¹
Su invisibilidad no era producto de su condición laboral sino una cualidad cultivada para el oficio.
Vivian Maier. Self-Portrait (Autorretrato), fecha desconocida. ©Estate of Vivian Maier. Cortesía de Maloof Collection y Howard Greenberg Gallery, Nueva York.
Mónica Sánchez Escuer es escritora y Doctora en artes y diseño por la UNAM, especialista en estudios de la imagen, fotonarrativa y poesía fotográfica.
1. En el documental Finding Vivian Maier dirigido por John Maloof y Charlie Siskel, queda claro que la fotógrafa tenía intenciones de dar a conocer su obra por el borrador de la carta que escribe al dueño de un laboratorio francés en la que le propone enviarle fotografías para que las imprima.