por Ximena Escalera Zamudio
fotografías de Michelle Waldthausen
LA COLECCIÓN DE ARTE DEL MUSEO SOUMAYA NOS OFRECE TRANSITAR POR DIFERENTES ESPACIOS, TIEMPOS, PENSAMIENTOS Y ESTÉTICAS, COMO NOS EXPLICA SU DIRECTOR, ALFONSO MIRANDA.
Nacido en la Ciudad de México en 1978, Alfonso Miranda Márquez, es egresado de la Licenciatura de historia por el Instituto Cultural Helénico. Es director del Museo Soumaya desde 2003, vicepresidente de la Asociación de Críticos de Arte México y miembro de los consejos consultivos del Centro de Estudios de Historia de México Carso y de Fundación Carlos Slim.
Simpático, risueño y amable, Miranda nos recibe en el vestíbulo del Museo Soumaya en Plaza Carso, inaugurado en 2011.
¿Nos podría platicar de su formación y de dónde nace su interés por el arte?
Soy mexicano e historiador. Mi padre era violinista y mi madre pedagoga. Crecí en una familia a la que le gustaba el arte, rodeado de experiencias de visitas a museos, asistir a salas de conciertos e ir al teatro. Siempre estuve de algún modo cerca pero jamás pensé dedicarme al arte.
¿Cómo decide desde su posición de historiador incursionar en el ámbito museológico?
En algún sentido, fue por casualidad, por aprovechar una oportunidad de poder, transdisciplinariamente, abordar un tema desde otra perspectiva que no fuera solamente la tradicional. Creo que es una suma de esfuerzos, de circunstancias, pero también ante todo de trabajo en equipo.
En ese sentido, ¿podría contarnos un poco acerca de cómo han cambiado las cosas en términos institucionales de 2003, año en que inicia su labor como director del museo, a la fecha?
Más bien pregúntenle al público, pregúntense ustedes. (Risas). Me parece que una de las grandes cuestiones que han cambiado desde esa época es este espacio. La apertura del Museo Soumaya en Plaza Loreto fue fundacional para que después el de Plaza Carso diera otro flujo, otro impacto en la escena cultural y museística de México. Pero, básicamente somos los mismos. Tenemos la misma formación, la misma fundación, el mismo gesto como parte del proyecto cultural y de responsabilidad social de Fundación Carlos Slim.
Ahora bien, en el contexto de Plaza Carso, ¿cómo funciona el museo en tanto espacio público y cuál es la relación que establece con sus alrededores?
La manera en que el proyecto del Museo Soumaya incide y deja raíces en América Latina tiene por supuesto una vertiente en México. Esta vertiente se da de manera plural y permite compartir treinta siglos de arte para transitar hacia sensibilidades de épocas muy remotas y verlas desde México. Es difícil ver a artistas como Rodin, van Gogh, Cézanne, Rubens, Cranach en otros espacios de América Latina. Esto representa una oportunidad de abrir gratuitamente estos fondos, de compartirlos y de crear comunidad.
Dentro de la amplia oferta cultural y museística que ofrece la Ciudad de México, ¿cuál sería la labor particular de este museo?, ¿cómo se distingue de otros?
No creo que el Museo Soumaya tenga que distinguirse, más bien creo que se complementa. El museo busca hacer cosas nuevas, hacer alianzas, entender que es parte de una red cultural y que lo más importante de una sociedad es su cultura y su identidad. Este museo es gratuito, busca atender de una manera directa y cercana a públicos con todas las capacidades. La discapacidad intelectual, la física y la auditiva pueden ser abrazadas desde el Museo Soumaya y el hecho de que esté abierto los 365 días del año quizás sea una diferencia que le permite a todos los públicos, a todos los Méxicos, transitar los pasillos, admirar, reflexionar y criticar el acervo que este espacio ofrece.
Hablemos un poco de la colección. Sabemos que cuando el Museo Soumaya de Plaza Carso abrió sus puertas al público generó un importante debate en torno a la naturaleza ecléctica de su colección. ¿Podría contarnos un poco acerca de qué es lo que este museo reúne?
Sostenemos un discurso no unidireccional. Buscamos de manera orgánica hacer responsable y corresponsable al visitante de su propia experiencia estética, individual y subjetiva. A partir de ahí, buscamos generar relaciones entre obras, no hay una ruta trazada, tampoco decimos qué ver primero y qué ver después, lo que nos permite encontrar todos los recorridos posibles. Son treinta siglos de arte, múltiples artistas y sensibilidades. Por ejemplo, tenemos presencia de artistas mujeres en la colección que vale la pena subrayar, desde Camille Claudel hasta Artemisia Gentileschi, Antonietta Brandeis, Berthe Morisot, Eva González, Mary Cassatt y Nahui Olin. Ésta es una posibilidad de poder entablar diálogos de manera directa con los artistas y no dejar de lado que la historia también ofrece contextos, ejes y diálogos. Las múltiples vertientes del arte pueden tener cabida en este museo: podemos escuchar música, ver películas, presenciar ópera. Queremos construir esta relación inter, trans y multidisciplinar.
Siguiendo lo que menciona de este espacio como un punto de encuentro entre distintos movimientos y temporalidades, nos gustaría saber, ¿cómo define el movimiento y cómo lo vincula con el arte?
El movimiento es un gesto que ha acompañado al humano desde la prehistoria; es la necesidad de transitar, de dejar huella, estampa, memoria e identidad. Los movimientos artísticos marcan transiciones, cambian o manifiestan los cambios de modo de pensar civilizatoriamente. No es lo mismo estar en México en el siglo XVI que estar en el México del siglo XXI; pero tampoco es lo mismo el México del siglo XX en la Ciudad de México que en Chiapas o en Ciudad Juárez. Esta transición y movilidad permite el arte: estar en distintas latitudes. En una colección clásica como ésta, a partir del pasado podemos realmente llegar a un presente con conciencia y determinación. Mirar la obra y mirarnos en ella, lo que la obra calla, lo que nosotros hablamos, la transitoriedad. Los movimientos convergen en un museo y nos mueven a la acción, no a la contemplación solamente. El arte nos mueve: desde querer emularlo, hacerlo y aplaudirlo.
Hablando de la labor integral y multidisciplinar del museo, sabemos que existe una amplia oferta cultural que incluye visitas especializadas, conferencias y talleres. ¿Nos puede hablar sobre dichas actividades paralelas y decirnos cuál es la relación que tienen con la educación artística y la no artística?
Los museos tienen una responsabilidad de educación secundaria, no somos una escuela ni debemos tomar ese papel. Sin embargo, tenemos una fuerza que nos convierte en espacios de diálogo y de integración. Queremos mediar la información que trae el público, ese público específico, no el público en general que no existe. Nos interesa esa escuela, esa familia, esa comunidad que llega a este espacio y la forma en que dialoga con los discursos propios del museo. Brindamos la oportunidad de tener espacios de creación y reflexión para poner en manifiesto lo que ocurre en nuestra latitud a partir de una idea museística integral.
Aquí buscamos de manera orgánica hacer responsable y corresponsable al visitante de su propia experiencia estética […].
¿Cómo ha cambiado su visión de los museos en México a lo largo de sus años al frente del Museo Soumaya y cuál considera que es el papel de los museos en el contexto actual?
No sé cuál es el cambio de los museos en México, pero me parece que hay un cambio fundacional en los museos internacionales en el siglo XXI. No vivimos un tiempo con muchos cambios sino un cambio de tiempo, de arquetipos. Las cosas ya no pueden ser como fueron en el pasado; lo vemos con las redes sociales, en las formas de educación. El aula tradicional se ha vuelto obsoleta. El maestro dogmático que quiere impartir conocimiento único es falaz porque hoy puedo tener múltiples conocimientos y confrontar a ese maestro. Me parece que la universidad está en jaque, así como el museo tradicional.
¿Qué opinión tiene sobre la función del arte en la sociedad actual mexicana y qué propuestas impulsa el Museo Soumaya para contribuir o fortalecer dicha situación?
La labor del museo en tanto espacio de servicio, de atención y de diálogo, es salir a las calles para hablar desde otras posiciones y otros bastiones. Es responsabilidad del museo crear alianzas con las escuelas, traer a los alumnos a que tomen clases, no de arte, sino de ciencia, de ecología, que los jóvenes hablen de matemáticas en las salas del espacio; eso es lo que debe de suceder en el museo del siglo XXI. No podemos pensar que es ese templo de las musas donde no podíamos hablar y estábamos obligados a contemplar, para eso existen otro tipo de templos y éste no es uno. Un museo es un espacio que socializa, que permite otras conexiones y donde la responsabilidad no basta con tener las puertas abiertas, no basta con que sea gratuito. Competimos con una oferta muy amplia: desde Clarovideo, Netflix, pasando por espectáculos, circo, arte callejero y galerías de arte. Todo coexiste y es muy complejo. Tenemos que incidir en la escena cultural. Tenemos que experimentar, tener claro qué es lo que no queremos de estos espacios, ¿que sean solitarios?, ¿que sean para un nicho? No, el arte es para todos.
Agradecemos mucho esta interesante conversación. Por último, ¿hay algo más que quisiera compartir con la Revista Capitel?
El respeto, que es uno de los bastiones de la revista. La pluralidad, que es uno de los valores que siempre hay que subrayar. Hay que respetar a quien piensa, a quien tiene y a quien siente de una manera diferente de la que yo puedo tener. Museo Soumaya tiene las puertas abiertas para tesistas, investigadores, servicio social y prácticas profesionales. Tenemos redes sociales ávidas de interactuar de una manera diferente con los públicos y una realidad virtual y realidad aumentada donde se pueden escanear cuadros y vivir experiencias desde otro tiempo. Desde esta perspectiva, queremos tender la mano y con responsabilidad, compromiso y acción conjunta, proponer que ese siguiente paso que podamos dar por México lo hagamos en la misma dirección. En el Museo Soumaya tenemos la idea de trabajar coordinada, conscientemente y con pluralidad, por y para México.
Esta transición y movilidad permite el arte:
estar en distintas latitudes.
Ximena Escalera Zamudio es Licenciada en ciencias de la comunicación por la Universidad Intercontinental e Historiadora del arte por la UNAM, ha realizado investigación documental e iconográfica para distintos proyectos editoriales de arte.