por Carlos Azar
LA RELACIÓN ENTRE UN COMPOSITOR, DIRECTOR DE ORQUESTA Y PIANISTA ALEMÁN DEL ROMANTICISMO, Y UN ARTISTA CONCEPTUAL Y MÚSICO EXPERIMENTAL FLORENTINO PARECE IMPROBABLE. SIN EMBARGO, SI AGUDIZAMOS LOS SENTIDOS, PODEMOS DESCUBRIR QUE LA IDEA DEL SER HUMANO COMO PARTE DE LA NATURALEZA DA SENTIDO A CUALQUIER RELACIÓN, SIN IMPORTAR EL TIEMPO, LOS MEDIOS O LA ESTÉTICA.
La música cambió a principios del siglo XVIII cuando Rameau decidió establecer un cuadro armónico nuevo a partir de los sonidos de la naturaleza. Cerca de las ideas de Kant, el compositor francés pensaba que la armonía debía ser un fenómeno basado en la superposición de los armónicos naturales (esos que estudia la física y que son responsables de destacar los “timbres” de cada instrumento) y sería la encargada de liberar la música del dominio de la melodía, vinculada con el destino y la naturaleza. Kant explica que ciertas obras naturales pueden ser juzgadas como si su posibilidad se basara en el arte. El arte es bello sólo si parece naturaleza y ésta también lo es, cuando su “belleza libre” (sin concepto) se vuelve “belleza adherente” (con concepto), esto es, idea artística, dice Kant. Schiller decía que nos encantan las creaciones artísticas porque, a pesar de su artificio, parecen naturales.
Fluxus se desarrolla en los años sesenta del siglo XX en Estados Unidos y Europa bajo el apoyo de artistas tan diferentes como John Cage o Yoko Ono. No cree que la vanguardia es una renovación lingüística, hace uso de la interdisciplinariedad y adopta medios y materiales procedentes de diferentes campos. El lenguaje no es el fin, sino el medio para una noción renovada del arte. Según las ideas de Nietzsche, se busca crear una obra de arte total.
Giuseppe Chiari perteneció a Fluxus.
A partir de esta forma de confrontar el desequilibrio que había provocado el Barroco, Beethoven sirve de puente para llegar al Romanticismo. Aunque su primer periodo creativo (podríamos definirlo como el de las obras anteriores a la Tercera sinfonía) está muy cerca de Kant y de Rameau, pero, sobre todo, de Haydn y de Mozart, la ruptura se anunciaba ya. En el segundo periodo (de la Tercera sinfonía a la Séptima, cuyo “Allegretto” fue intervenido por Chiari), el compositor traspasó sus límites. En la Sexta sinfonía, Beethoven planteó una obra programática (esto es, seguía un programa establecido), en la que quiso plasmar las emociones del paisaje que rodeaba la ciudad y que, como Rousseau, usaba para pasear, reflexionar, fugarse y soñar. Aunque hay quien dice que el famoso motivo de la Quinta sinfonía surgió del canto de un ave, es cierto que la relación de Beethoven con la naturaleza es de carácter filosófico. El compositor creía en la noción de Naturaleza Orgánica Creadora, una fuerza interior con características psicológicas y globales. En la Pastoral, el artista es un ser atrapado en el huracán de las dudas (ahí voy, como poeta mediocre, a hablar con el lenguaje de la naturaleza) y que sólo logra encontrar consuelo, o redención, en lo natural. “Prefiero un árbol a un hombre”, parece decirnos el artista, como si al separarse de las ideas de Kant y de Rameau, anunciara el Romanticismo como una nueva época, en la que la naturaleza ejerce un poder sobre el artista y logra desequilibrar las emociones.
Giuseppe Chiari, Senza Titolo (Sin título), principios de los 80. Cortesía de Galleria Il Ponte, Florencia.
Giuseppe Chiari, Senza Titolo (Sin título), 1987. Cortesía de Galleria Il Ponte, Florencia.
[…] la relación de Beethoven con la naturaleza es de carácter filosófico.
Los conciertos Fluxus no son placeres auditivos, sino experiencias en las que cualquier objeto se convierte en un instrumento. Esta evolución artística, incitada por el presente y dirigida hacia el futuro, logró crear la noción de que cada individuo constituye una obra de arte en sí mismo y que la vida se puede entender como una composición artística global.
Chiari amaba las experiencias artísticas intermedias entre música, palabra, gesto e imagen. Por eso, cerca de Cage, creó composiciones que no iban a ser oídas o representadas, sino observadas. Como en la naturaleza, Chiari participó en la generación de poemas visuales.
El tercer periodo creativo de Beethoven (después de la Séptima) se caracteriza por encerrarse en la naturaleza interior. Alejado del mundo debido a la sordera, el compositor se centra en los sonidos internos y los explora. Ese mundo nos golpea y nos descoloca, no sólo es la grandilocuencia de la Novena sinfonía (laberinto que intervino Chiari y de la que Debussy concluyó que “La gran partitura se había convertido en la gran pesadilla”), es la fuga ciclónica de la sonata 29 y el delirio de la 32, ésa que Thomas Mann calificó como “la mejor despedida de la vida”. Es el periodo de las dudas en el último cuarteto de cuerdas, la ruptura de la Gran fuga y el ascenso al cielo de la Misa Solemnis. El tercer periodo es la vuelta de tuerca más profunda de la música, el brinco del tiempo hacia sonidos que sólo volveremos a oír en Stravinsky, Webern o Duke Ellington. El tercer periodo es la mirada más individual sobre la condición humana, que ha logrado no oponerse a la naturaleza, sino entrar en contacto con ella.
Como Dadá, Fluxus escapa a toda categorización, es un diluvio, un estado de ánimo en completa libertad, pero no sólo es eso, se quiso revertir la propuesta de Duchamp, que introdujo lo cotidiano en el arte, Fluxus quiso disolver el arte en lo cotidiano.
Chiari disolvió la pintura en collages gestuales, intervino escritos con signos y pentagramas, dialogó con obras de Beethoven en un puente de silencio.
El Romanticismo representa la primera vanguardia de una cadena que no deja de sumar eslabones. El individuo se convirtió en el centro del pensamiento y su relación con el mundo plantea preguntas que siguen vigentes. Ahora que nos toca pensar en el ser humano como parte de un todo natural, el arte reconoce que cada uno de nosotros sabe que se vive por el espíritu, el resto se le encomienda a la muerte.
Como en la naturaleza, Chiari participó en la generación de poemas visuales.
Giuseppe Chiari, Senza Titolo (Sin título), principios de los 80. Cortesía de Galleria Il Ponte, Florencia.
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Carlos Azar es corrector de estilo de Capitel de Universidad Humanitas.