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LA ANGUSTIA ANTE LO NUEVO

John Stezaker, He (Film Portrait Collage) II [Él (Collage de retratos de películas) II], 2008. © John Stezaker, 2008. Cortesía de Saatchi Gallery, Londres.

por Abraham Godínez Aldrete

UNO DE LOS RASGOS DISTINTIVOS DE LA MODERNIDAD ES SU RUPTURA CON LA TRADICIÓN Y HABER APOSTADO POR LA INNOVACIÓN. ESTO HA OBLIGADO A LA HUMANIDAD A ENFRENTAR LOS DESAFÍOS QUE REPRESENTA LO NUEVO CON EL FIN DE PODER SUPERAR LA ANGUSTIA QUE PROVOCA LO INÉDITO.

John Stezaker, She (Film Portrait Collage) III [Ella (Collage de retratos de películas) III], 2008. © John Stezaker, 2008. Cortesía de Saatchi Gallery, Londres.

Una costumbre es una repetición, sin alternativa posible, que otorga calma: pequeños rituales predecibles que conocemos.

John Stezaker, Old Mask V (Vieja máscara V), 2006. © John Stezaker, 2006. Cortesía de Saatchi Gallery, Londres.

John Stezaker, Mask XXIX (Máscara XXIX), 2006. © John Stezaker, 2006. Cortesía de Saatchi Gallery, Londres.

“[…] y llevamos lo incierto”.
Paul Celan

Alguien puede irse a dormir, porque tiene la confianza de que al despertar encontrará todo en su sitio. Nada tranquiliza tanto como la certeza de que todo se cumpla cíclicamente. Las costumbres generan una superficie sólida que permite construir vidas y conservar relaciones. Algunos grandes pensadores se han caracterizado por seguir rutinas rígidas; por ejemplo, los ciudadanos de Könisberg se enteraban de la hora exacta del día cuando Kant pasaba frente a su casa en su exacto paseo cotidiano. Nietzsche llegó a afirmar que “cualquier costumbre es mejor que no tener costumbres”, y Whitehead, que “el comienzo de la sabiduría es comprender que la rutina es el fundamento de la vida social”.

Una costumbre es una repetición, sin alternativa posible, que otorga calma: pequeños rituales predecibles que conocemos. Las costumbres brindan protección y le otorgan un ritmo lento a la vida. Las que se arraigan en una comunidad se llaman “tradiciones”, y la tarea de las religiones es conservarlas: “Lo que hoy se designa como tradición se llamaba antes la mayoría de las veces piedad, y lo que ahora se llama innovación era antes simple y llanamente pecado”, dice Sloterdijk. El mundo de la tradición brinda tranquilidad y seguridad porque otorga la sensación de que se puede predecir aquello que sucederá: “siempre ha sido y siempre será así”.

Hasta antes de la Revolución Francesa la cultura se transmitió de generación a generación con base en la repetición de roles, tradiciones y rituales que garantizaban un dominio inmodificable. La llegada del pensamiento crítico en la Ilustración estableció rupturas sucesivas con la tradición, y ahora nos enfrentamos a la situación de que las cosas ya no son como antes. Las religiones han perdido la capacidad de convencer a las nuevas generaciones de repetir roles y costumbres. La Modernidad es una época en la que cada generación rompe con la anterior.

Gabriel Tarde definió la Modernidad como un triunfo de la moda —lo nuevo— sobre la tradición. Lipovetsky describe el estado de ánimo de nuestra época como una “fiebre moderna de las novedades”. Ser moderno significa estar dispuesto a modificar la vida para adaptarse a un mundo en constante transformación. La apertura a lo nuevo implica estar dispuesto a dejar costumbres, pero también significa abandonar terrenos seguros.

Abrirse a la innovación requiere elaborar un duelo por la tradición. La nostalgia es el síntoma de aquello que se cierra a lo nuevo, es el anhelo doloroso de querer regresar al pasado. Quien se ha dado cuenta que regresar es imposible, sólo le quedan dos opciones: mirar atrás con un talante pesimista caracterizado por una resistencia al cambio o adaptarse a los nuevos tiempos.

Quien pretende elaborar el duelo y abrirse a lo nuevo tiene que comenzar por aprender a perder: aceptar que las cosas no volverán a ser iguales y tener la confianza de que aun así podrán estar bien. La innovación requiere saber que las costumbres que otorgaban calma deben ser abandonadas para generar condiciones de apertura a lo nuevo, soltar amarras con el pasado para abrirse a lo nuevo. Desde ese momento, el viaje se recorre hasta el final. Aunque se abandone el camino que se ha tomado, el comienzo ya tuvo lugar. Ahora sólo queda mirar hacia adelante.

La tradición se opone a la libertad, por eso la religión y la modernidad se encuentran en constante conflicto. La costumbre sólo permite una sola posibilidad, por eso genera un estado de cierre que otorga la sensación de abrigo y tranquilidad. Mientras que los rituales establecen un tiempo casi petrificado en el que parece que no acontece nada, la innovación abre un espacio de posibilidades en la inquietud de lo impredecible. Kierkegaard dice que la angustia es el vértigo de la libertad. La innovación abre un estado de angustia, porque la apertura a lo nuevo nos enfrenta con el azar y la incertidumbre. Quien se abre a lo nuevo ya comprendió que no puede saber el futuro y dicha incertidumbre puede angustiar. Al no poder controlar el azar, a veces imaginamos fantasmas de futuros siniestros. Mientras que las repeticiones establecen una expectativa de predicción, la innovación es un constante juego con las contingencias. Si el ritual es la acción favorita de las costumbres, el juego es el acto principal de la innovación. La libertad consiste en saber que hay alternativas. Jugar con las posibilidades genera un tiempo acelerado en el que las cosas están en continua transformación. Hay un vértigo en la creación de lo nuevo que se manifiesta como un impulso hacia adelante. En la Modernidad este impulso es una fuerza que no se detiene.

La innovación requiere sacudirse la pereza de existir y generar movimiento. Vivimos en un mundo en el que existir significa estar en un experimento abierto a nuevas posibilidades. Con las nuevas tecnologías, nos enfrentamos a nuevos modos de vida. Las redes sociales y el smartphone han transformado para siempre nuestros modos de amar, de relacionarnos y de mirarnos a nosotros mismos. El mundo está en constante cambio, se adapta mejor a esta época quien aprende a enfrentar los desafíos de lo nuevo, trasciende la nostalgia por el pasado y puede superar —mediante el juego— la angustia ante lo inédito. 

BIBLIOGRAFÍA

Kierkegaard, S. El concepto de la angustia. Madrid: Alianza Editorial, 2007.

Lipovetsky, G. El imperio de lo efímero. Barcelona: Anagrama, 2010.

Nietzsche, F. Aurora en Obras completas Vol. III. Edición dirigida por Diego Sánchez Meca. Madrid: Tecnos, 2014.

Sloterdijk, P. Los hijos terribles de la edad moderna. Madrid: Siruela, 2015.

John Stezaker es un artista conceptual británico que utiliza la técnica del collage para reexaminar las distintas funciones de la fotografía: documento, memoria y símbolos de la cultura moderna. En sus obras, se apropia de imágenes de nuestra vida cotidiana y crea yuxtaposiciones sofisticadas que nos enfrentan a nuestra propia inadecuación. Saatchi Gallery en Londres representa su obra. saatchigallery.com/artists/john_stezaker.htm

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Abraham Godínez Aldrete es psicoanalista, profesor investigador de tiempo completo del Departamento de Humanidades y Artes del Centro Universitario de Tonalá de la Universidad de Guadalajara e investigador nacional del SNI. Ha escrito los libros La noción de ser en psicoanálisis y Filosofía política y subjetividad, aportaciones a una genealogía del deseo.

1. F. Nietzsche, Aurora en Obras completas Vol. III. Edición dirigida por Diego Sánchez Meca, (Madrid: Tecnos, 2014), p. 498.

2. Citado por P. Sloterdijk, Los hijos terribles de la edad moderna, (Madrid: Siruela, 2015).

3. Ídem, p. 210.

4. G. Lipovetsky, El imperio de lo efímero (Barcelona: Anagrama, 2010).

5. S. Kierkegaard, El concepto de la angustia (Madrid: Alianza Editorial, 2007).

 

 

 

 

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