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EXPEDICIÓN AL MAR PROFUNDO: UNA REFLEXIÓN SOBRE NOSOTROS MISMOS

Fotografías de Octavio Aburto. Fueron tomadas durante la expedición al fondo marino del Golfo de California en 2008. Cortesía del fotógrafo.

por Exequiel Ezcurra

LAS COSTAS SON UNA LÍNEA QUE DELIMITA DOS MUNDOS SEGREGADOS: EL MAR Y LA TIERRA. EN EL MOMENTO EN EL QUE NOS SUMERGIMOS EN EL AGUA ENTRAMOS A UN UNIVERSO COMPLETAMENTE DIFERENTE: SILENCIOSO, DE LUCES AZULADAS Y TENUES, CON FORMAS DE VIDA DISTINTAS A LAS QUE NOS RESULTAN COTIDIANAS EN LA TIERRA FIRME.

De los 3 700 millones de años que tienen los seres vivos en el planeta, las primeras formas de vida multicelulares aparecieron hace unos 700 millones de años, en las aguas someras del Precámbrico. Unos 300 millones de años después, en el Silúrico, la vida macroscópica empezó a manifestarse fuera del agua. Si para comprender esta medida pusiéramos el tiempo transcurrido desde la aparición de los primeros organismos multicelulares en una escala de un año, durante los primeros cinco meses la vida transcurrió exclusivamente bajo los mares, mientras que las primeras muestras de vida emergida tuvieron lugar en el mes de junio del año evolutivo. Sólo unos pocos grupos biológicos fueron capaces de adaptarse a vivir en tierra, donde radiaron en un sinnúmero de especies desarrolladas sobre unos pocos diseños morfológicos elementales: los artrópodos, con un esqueleto quitinoso externo; los vertebrados, con un sistema nervioso central y una espina dorsal; las plantas vasculares, con hojas verdes dispuestas alrededor de un tallo conductor, y los hongos, con blancos tejidos algodonosos capaces de crecer sobre la materia orgánica en descomposición.

Como la memoria de la evolución pasada subsiste en el presente, la diversidad de formas de vida es arrolladoramente mayor bajo el mar. Mientras que los invertebrados terrestres se reducen sobre todo a los insectos y otros grupos menores, bajo el agua sobreviven grandes cantidades de esponjas, anémonas, corales, medusas, erizos, poliquetos, equinodermos, crustáceos y una miríada de moluscos, por mencionar sólo algunos ejemplos de portentosa mezcla biológica. Lo mismo ocurre con las plantas fotosintéticas marinas, cuyas formas complejas van desde microscópicas diatomeas, algas rojas y dinoflagelados, hasta los gigantescos bosques de sargazos.

El mar y la tierra son dos mundos dramáticamente divididos por la tenue línea de las costas. Entre rompientes y mareas se miran desde lejos, con cierta respetuosa distancia.

Con el ánimo de romper esa distancia evolutiva y de entender mejor la dinámica de la vida bajo el mar, en 2008 un grupo de investigadores, en el que participé, pudo conseguir acceso a un sumergible de aguas profundas y al barco nodriza para explorar los montes submarinos del Golfo de California. Nuestra intención era asomarnos a ese microcosmos desconocido donde la luz no llega, ver la diversidad de formas y la riqueza de especies, dejarnos maravillar por un mundo que ha evolucionado antes que el nuestro y que muchas veces destruimos sin saber lo que estamos perdiendo. 

La expedición nos permitió estudiar la riqueza profunda del Golfo de California e investigar un ambiente desconocido para saciar un ansia de búsqueda y exploración, pero también y sobre todo reflexionar sobre nuestra relación con el resto del mundo biológico y sobre el sentido recóndito de nuestra percepción de la naturaleza.

Una vez que se superan los 200 metros de profundidad, el mundo cambia. El océano se vuelve misterioso, silencioso y bruno. Toda la vida se mueve en la más absoluta oscuridad, iluminada fugazmente por las luces del submarino y depende de los nutrientes que descienden desde la superficie, donde la luz del sol llega y la energía de la fotosíntesis mantiene la cadena de vida. Sin embargo, las aguas profundas están llenas de vida: vimos cangrejos como hechos de porcelana que viven hospedados entre las ramas de los corales y protegen la salud de su anfitrión ante cualquier depredador; pequeños camarones del mismo color intenso del coral profundo que los alberga, que se alimentan de las mucosas que segregan los pólipos y limpian la superficie de la colonia de posibles infecciones y ataques microbianos. En el oscuro silencio de las profundidades, observamos esponjas gigantescas formando chimeneas de varios metros de altura, alimentadas por la lluvia de nutrientes que sedimenta la vida superficial. Multitudes de peces arrecifales de extraordinarios colores parecían darnos la bienvenida: coloraciones crípticas y tonos brillantes para seducir parejas, diseños, patrones y formas, usados para seducir pareja o esconderse de posibles ataques.

Colectamos especies nuevas que mantendrán atareados a los expertos. Medimos densidades, contamos especies y estimamos valores de biodiversidad para monitorear cambios ambientales en el futuro. En diez días apenas pudimos atisbar una parte minúscula. Quedaron tantas especies por identificar, tantos ambientes por explorar, tantas cosas por aprender, tantas preguntas por responder.

Aunque pocos puedan verlos, conservar estos lugares únicos es vital, como sitios de reproducción y desove que aseguran la salud del ecosistema marino y son indispensables para mantener la viabilidad de toda la región. Pero dicha conservación es también una obligación moral con nuestro legado natural. La riqueza submarina del Golfo de California nos abrió sus puertas, pero al ver la belleza de la vida profunda nos vimos también a nosotros mismos y a nuestra capacidad destructiva. 

Una vez que se superan los 200 metros de profundidad, el mundo cambia. El océano se vuelve misterioso, silencioso y bruno.

Como la memoria de la evolución pasada subsiste en el presente, la diversidad de formas de vida es arrolladoramente mayor bajo el mar.

Octavio Aburto es explorador de National Geographic y fotógrafo profesional asociado con la Liga Internacional de Fotógrafos de Conservación. Cuenta con un Doctorado por el Instituto de Oceanografía Scripps de la Universidad de California y es profesor asistente en el mismo Instituto. Su investigación y fotografías se han centrado en áreas marinas protegidas y especies marinas explotadas comercialmente. www.octavioaburto.com | Instagram @octavioaburto

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Exequiel Ezcurra es un reconocido ecólogo y conservacionista mexicano. Es profesor de ecología en el Departamento de Botánica de la Universidad de California, Riverside. Fue Presidente del Instituto Nacional de Ecología, México, y Director del Instituto para México y los Estados Unidos de la Universidad de California.

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