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Dante, Malthus, Kafka y Darwin, frustrados ante la realidad del Distrito Federal

“...hagamos la reflexión de algunos pensamientos de estos grandes héroes intelectuales de la humanidad en contraste con lo que sucede en nuestro querido Distrito Federal”.

Por Eduardo A. Johnson Okhuysen

Al recordar algunos escritores clásicos en diversas áreas del pensamiento universal, nos encontramos con la impactante realidad de que muchos de ellos, al estudiar al ser humano, analizarlo, diseccionarlo y criticarlo, fallaron en sus pronósticos de lo que esta especie animal sería en un futuro.

Las fallas las vemos proyectadas en todos los países del mundo, mismas en las que observamos que no se siguen los principios éticos-religiosos planteados por Dante, ni se conoce el fin del mundo por la inanición proyectada por Malthus vía explosión demográfica, ni tampoco se ha transformado el físico del hombre en aras de una evolución como lo suponía Darwin, y por supuesto, el burocratismo planteado por Kafka, no se ha reducido, por lo tanto, no se ha acabado con los sistemas del Estado.

Pero en aras de ser más concreto, hagamos la reflexión de algunos pensamientos de estos grandes héroes intelectuales de la humanidad en contraste con lo que sucede en nuestro querido Distrito Federal.

Primero analizaremos a Dante con sus exposiciones e imaginación sobre los castigos en el infierno que recibirían en su época los funcionarios corruptos, los ladrones, las prostitutas, y otros.

Si no fuese cierto el hecho de que, los hombres de hoy hacen las mismas cosas, errores y aciertos que los del pasado, que los hombres de hoy no hacen otra cosa que repetir la historia, entonces podríamos haber supuesto que los pensamientos y reflexiones éticas de Dante nos hubieran conmovido hacia un pensamiento de mejor comportamiento, y por obviedad, tendríamos una sociedad menos sucia y repugnante.

Pero, ¿no podríamos utilizar en la actualidad los mismos nueve círculos del infierno, imaginados por Dante, para hechos de nuestros contemporáneos —de seguro, excluyéndonos el autor de este escrito y el lector—?

A manera de un juego, ponga en un listado personal a quién le gustaría ver en los siguientes círculos del infierno estructurados por Dante según el tipo de penitentes:

En el primer círculo:  Las almas inocentes que no recibieron el Bautizo.
Segundo círculo: Los lujuriosos.
Tercer círculo: Los esclavos de la gula.
Cuarto círculo: A los que han gastado mal y guardado mal.
Quinto círculo: Los coléricos.
Sexto círculo: Las heresiorcas.
Séptimo círculo: Los que ejercieron violencia contra personas o bienes del prójimo; los que se hicieron violencia a sí mismos, y los que ejercieron violencia contra Dios, la sociedad y la naturaleza.
Octavo círculo: Los defraudadores, rufianes, seductores, aduladores, cortesanos simoniacos, adivinos, los que traficaron con La Justicia, los hipócritas, los ladrones, los malos consejeros, los autores del escándalo, cismas y falsas religiones y, los charlatanes y falsarios.
Noveno círculo: Los traidores a su familia, los traidores a su patria, traidores a sus huéspedes y amigos y, los traidores a sus bienhechores.

Nota: Es válido el que, el individuo propuesto ocupe uno o varios sitios en el infierno, si el proponente considera que obtuvo los méritos suficientes.

Si leyésemos la Divina Comedia el día de hoy, veríamos que en la actualidad el proceso humano sigue teniendo sus grandes virtudes y grandes fallas, siendo que el mismo grito de desesperación que se daba en la Florencia del siglo XII, con respecto a la corrupción de la vida social, se da actualmente en la sociedad de México, quizás en esta con mayor agudeza y peligrosidad.

En lo que se refiere al segundo intelectual citado, el señor Malthus, si estudiamos sus advertencias y proyecciones sobre lo problemático del crecimiento en forma geométrica de la población, en tanto que el de la producción y alimentación se da en forma aritmética, concluiríamos que este ilustre catedrático no entendería cómo subsistimos en el D.F.

Para este pensador, sería incomprensible el hecho de que en un área metropolitana tan reducida en territorio como es la del D.F. (y sus aledaños del Estado de México) viviésemos tantos habitantes y tuviésemos tan poca productividad.

Al señor Malthus se le olvidó el hecho de que los países pueden importar —si otros recursos lo permiten— alimentos, insumos, etcétera, aunque su población sea improductiva.

En la sociedad del D.F. observamos que no se solidifica ninguna teoría planteada por Malthus, ni siquiera la de la tenencia de la tierra; ya que él decía que su valor tiende a subir según crezca la población. ¿Sucede esto en el D.F.? No en la proporción manejada por Malthus, debido a diversas fuerzas económicas que ha instrumentado el Estado, como serían impuestos, rentas congeladas, proteccionismo jurídico al inquilino, etcétera, elementos que distorsionan las ideas originales de Malthus.
La misma distorsión del pensamiento ocurre con Darwin; él planteaba cambios físicos y mentales según fuere “evolucionando” la especie animal.
¿Nos preguntamos, la gente del D.F. estamos física y mentalmente mejor que nuestros antepasados?

La primera respuesta, si sus gastados ojos pudieron leer la pregunta, y si la niebla del smog, le deja un momento los ojos sin parpadear y llorar, considero que es negativa. Los ciudadanos del D.F. estamos físicamente mal, nuestros cuerpos —en general— se abotagan, con gafas cafés a las 11:00 de la mañana, observamos con asombro cómo la confección en su columna vertebral es equiparable a la de los simios, vemos que cuando subimos una escalera “tronamos” o que, cuando injerimos alguna bebida sin alcohol, nos mareamos, etcétera.
¿Es esto la evolución física planteada por Darwin?, ¿o es, la contraevolución?

Para encontrar una respuesta hay que subirse al Metro a las horas pico o ser detenido por una patrulla. En lo que la evolución mental se refiere, mejor me abstengo de comentarios y afirmo que también estamos viviendo la contraevolución.

 

Por último en estas breves reflexiones, pensemos en las ideas que aterrorizaban a Kafka, las cuales se reducen a un exceso de “burocratismo”.

Le recomiendo al lector relea a Kafka y lo trate de ubicar con el burocratismo que se vive en el D.F.; Kafka en sus peores profecías y mejores escritos no podría imaginarse nuestro nivel de burocratismo. Kafka resulta un párvulo frente a nuestra realidad macroburocrática, es otro fracaso del pensamiento universal en su relación con nuestra ciudad capital.

“Kafka en sus peores profecías y mejores escritos no podría imaginarse nuestro nivel de burocratismo.”

De lo anterior expuesto resultarían varias reflexiones a estudiar, como serían, entre otras:
¿Los metropolitanos estamos creando una nueva raza, de hombrecitos débiles, sin pulmones, con sangre alcoholizada, ojos virulentos, columnas encorvadas, estómagos al piso, tramposos, burlones y neuróticos?

¿Tenderemos a ser un sector de la población a desaparecer por encontrarnos en esa contraevolución?

¿Seremos producto apocalíptico de los pronósticos de los grandes intelectuales de la humanidad, ya que solo estamos viviendo horas extras de subrealismo a la mexicana?

¿Nos ahogaremos en los desperdicios y cochinadas que diariamente produce la sociedad del D.F.?

Y mientras meditamos en las reflexiones que los anteriores planteamientos nos suscitan, con nuestra nariz smogiana, orejas de cerdo, ojos virulentos, manos acuosas, pies emplomados, la mente se entorpece al solo imaginar ¡QUE SERÁ, QUÉ SERÁ DE NUESTROS HIJOS!

Nota: Este artículo forma parte del libro Política y Finanzas en México, publicado por Eduardo A. Johnson Okhuysen, en Humanitas Centro de Investigación y Posgrado, 1988.

Eduardo A. Johnson. Catedrático, Abogado, Contador, Escritor e Intelectual y Fundador de Universidad Humanitas. Estudió Derecho, Ciencias Políticas, Administración y Contabilidad en diversas instituciones académicas como la UNAM, Tufts, Harvard, Fletcher School of Law and Diplomacy, La Salle, entre otras, además de haber sido Miembro del Consejo de la Barra Mexicana Colegio de Abogados. Entre sus libros publicados destacan Compañía Dominatriz, Editorial Themis, 1986; Equilibrio entre Justicia Fiscal y Presión Fiscal, Editorial Themis, 1986; Contabilidad para Abogados, Humanitas, 1980; entre otros títulos.

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